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Ubicada al noreste del municipio Libertador y limitando al sur del Parque Nacional El Ávila se encuentran los 12,27 kilómetros cuadrados que comprenden la parroquia de San Bernardino, un espacio geográfico que reúne las condiciones idóneas para la creación de una Zona Económica Especial centrada en Salud. Dentro de sus límites hay más de 45 centros médicos, sin incluir laboratorios y centros de asistencia social, lo que lo convierte en el área de Venezuela que más reúne instituciones de atención médica en un solo lugar. Entre sus calles florece una cultura médica que tiene más de 80 años de crecimiento desde la fundación del Hospital J.M. de los Ríos, inaugurado en 1937 bajo sus faldas cuando los terrenos apenas perdían el hedor a café de las haciendas de Vollmer. 

En ese entonces San Bernardino estaba siendo transformada en un conjunto residencial de quintas para satisfacer las necesidades de una reciente burguesía que gestaba los tiempos de bonanza petrolera. El diseño de la zona fue otorgado a Maurice Rotival, quien le da una importancia a mantener la decoración vegetal que daban la arboleda de la zona y el fondo donde protagoniza el Ávila, además de brindarle una vital atención a la vialidad, de manera que se construirían largas avenidas de ambos sentidos. Ambas cosas serían (sin las intenciones de serlo) grandes ventajas para los centros médicos que años más tarde empezarían a brotar entre sus calles. Las avenidas que hacen una conexión de fácil acceso al resto de la ciudad, y la naturaleza que da a los espacios médicos un espacio de mayor paz al estar separados de la aglomeración citadina. 

En 1947 se inaugura el Centro Médico de Caracas, que para el momento era el edificio de servicio más importante de la zona. Para la fecha Venezuela empieza a recibir una ola de inmigrantes escapando de las garras de la segunda guerra mundial. Esto influye directamente sobre la arquitectura de la zona donde empiezan a levantarse apartamentos de cuatro a seis pisos con locales comerciales en la planta baja (una prueba de la influencia de la diversidad en la esencia de las calles caraqueñas y su cultura social). Además de esto se plantea el plan regulador para frenar una desviación de sus intenciones urbanísticas, por lo que se limita la construcción a edificios religiosos, escolares y de salud. Otro punto importante que fomentaría la proliferación de centros médicos en San Bernardino. 

 

Entre los 50 y los 70 la población en Caracas empieza a crecer de una manera vertiginosa, y con ella sus necesidades. Las áreas verdes de San Bernardino se convierten en zonas populares o barrios, y los servicios en el sector de salud se aceleran. Se fundan el Hospital de Clínica Caracas, la Clínica “La Esmeralda”, “La Arboleda”, el Instituto Otorrino, entre muchas otras; que también fomentaron la docencia y cátedra experiencial para estudiantes de medicina. Citando al doctor Alfredo Kaufman, socio fundador del Hospital de Clínica Caracas, “para el momento el gobierno había ofrecido para las instituciones prestadoras de salud un crédito preferencial de 8% anual fijo”, tal explica la rápida multiplicación de centros de atención médica en una zona idónea para los mismos, un reflejo de lo mismo en que desde 1976 hasta 1981 el número de consultorios aumentó 18 veces en el sector privado y cinco veces en los públicos (Briceño León, 1990)

 

La cultura de San Bernardino está en su urbanidad. Un paseo por sus calles es más que suficiente para ver el crecimiento histórico que lo ha convertido en lo que es hoy. Hogar de una cultura tan diversa que su mezcla heterogénea es puramente venezolana y de los centros de salud más importantes de Caracas que han hecho de San Bernardino un epicentro médico en el país que todavía sigue dando pasos para convertirse en un referente de la medicina en Latinoamérica.